Virgil van Dijk estuvo más cerca del Real Madrid de lo que muchos imaginan. El capitán del Liverpool, uno de los defensas más dominantes del fútbol europeo, esperó hasta el final del mercado de fichajes una señal desde Valdebebas. Nunca llegó.
Durante semanas, su entorno movió hilos. Sus agentes contactaron con intermediarios en España y tantearon la posibilidad de que el Real Madrid valorara su incorporación. Pero en el club blanco la respuesta fue el silencio. Ni una llamada, ni una reunión. Solo silencio.
El sueño que no fue
Van Dijk soñaba con vestir de blanco. Lo veía como la última gran oportunidad de su carrera, un salto a la élite absoluta. Pero mientras él esperaba, el Real Madrid se centró en otros nombres: la irrupción de Huijsen, el regreso de Militao y la continuidad de Rüdiger marcaron la hoja de ruta.

La espera del neerlandés fue larga. Tanto que aplazó su renovación con el Liverpool hasta mediados de abril. Anfield llegó a temer lo peor. Incluso desde Arabia, el Al Hilal lanzó una propuesta mareante. Pero Virgil no buscaba dinero. Quería competir, ganar títulos… y hacerlo en el Bernabéu.
Las dudas del Madrid
En Valdebebas valoraban su liderazgo y su jerarquía, pero había una sombra que pesaba más: su lesión de rodilla de 2020. Aquella rotura del ligamento cruzado dejó huella. Aunque regresó a gran nivel, en el club blanco temían que su físico no soportara el ritmo de tres competiciones exigentes.
Esa fue la clave. La dirección deportiva descartó el movimiento. “Demasiado riesgo”, reconocen fuentes cercanas al vestuario.

Finalmente, Van Dijk aceptó la oferta de renovación del Liverpool. Firmó hasta 2026 y cerró la puerta a un traspaso que, de haber ocurrido, habría sido histórico. “El Madrid es un club increíble, pero estoy feliz donde estoy”, llegó a decir días después, con una sonrisa que escondía cierta decepción.
Ahora, a sus 34 años, el neerlandés sigue siendo el emblema de Anfield. Se enfrentará una vez más al Real Madrid, el club que nunca llamó. La historia de un fichaje imposible, de un sueño que se quedó a medio camino… y de un central que, pese a todo, nunca perdió la clase.