Fede Valverde jugó el Clásico enfermo. Literalmente. El uruguayo amaneció con fiebre y gastroenteritis, pero ni eso le frenó. Quiso estar. Quiso ayudar al Real Madrid en un partido que olía a batalla.
“Míster, quiero jugar”, le dijo a Xabi Alonso por la mañana. Así, directo. El técnico, sorprendido, le advirtió del riesgo. Pero Fede insistió. No era una lesión muscular, no había peligro de rotura. Solo fiebre, dolor de cabeza y un mal cuerpo tremendo.
Noche dura y un amanecer complicado
Todo empezó el sábado por la noche. Valverde notó algo raro, un malestar leve. Lo achacó al cansancio. Pero al despertar el domingo, la cosa había empeorado. Fiebre alta, sudores fríos y una gastroenteritis que amenazaba con dejarle fuera del partido.
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— Drix Enterprises (@drixburner) October 26, 2025
El cuerpo médico lo revisó y le ofreció la posibilidad de descansar. Sin embargo, el “Halcón” no se bajó del choque. Pidió medicación y pidió jugar. Quería estar con los suyos, incluso a medio gas.
Xabi Alonso, conociendo su carácter, accedió. Le colocó en el lateral derecho, con el brazalete de capitán. Fede cumplió. Aguantó 72 minutos antes de pedir el cambio. Ya no podía más. Carvajal entró por él, pero el uruguayo se marchó ovacionado.
Jugar enfermo… y cumplir
En el descanso ya se le notaba tocado. Se sentó en el banquillo con la toalla en la cabeza, empapado en sudor. Carvajal empezó a calentar por si acaso. Aun así, Fede salió tras el descanso, decidido a no dejar al equipo tirado.

En torno al minuto 60 cayó al césped. Los médicos entraron. No había lesión, solo agotamiento y fiebre. Aguantó unos minutos más, hasta que levantó la mano: “No doy más”.
Aun enfermo, dejó su sello. Corrió, presionó, peleó cada balón como si fuera el último. Su compromiso no pasó desapercibido en el vestuario. Xabi Alonso lo abrazó al final. “Eres un animal”, le dijo. Y lo es. Porque con fiebre o sin ella, Fede Valverde nunca se esconde. El Clásico lo volvió a demostrar: puede fallarle el cuerpo, pero nunca el corazón.